(la fiesta de los arcángeles)
Cada año, el 29 de septiembre
se reúnen.
Rafael trae las bebidas,
mientras que Miguel y Gabriel
saquean la despensa en busca de caviar y totopos.
Se congregan en la sala de la chimenea,
extienden la comida sobre la mesa,
sacan el tablero de Parcheesi,
y se quitan los zapatos.
Entonces cantan.
Comienzan con las canciones antiguas
—Salmo 100, el Magnificat—
“He aquí, os traigo buenas nuevas”
(un favorito después de todos estos años)—
se abren camino a través de cantos gregorianos
y Martín Lutero al Nuevo Mundo
Yankee Doodle, gospel sureño,
y en algún momento del proceso
me cantan Cumpleaños feliz.
Con voces como ballenas
o lobos árticos,
extraños, lejanos y totalmente santos,
los arcángeles celebran.
“No tengas miedo”, me dicen.
Los planetas se realinean.
El jugo del sol fluye libre.
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