Mayo fue un momento glorioso para viajar a Fairbanks para mi año como Amiga Residente. Me acompañó Marty Grundy, miembro de mi encuentro; fuimos patrocinados por el Comité de Educación Religiosa de la FGC mientras visitábamos encuentros pequeños y aislados. Empezamos el 3 de mayo de 1997 y poco a poco nos abrimos camino por todo el país.
Las onduladas colinas y las granjas lecheras de Wisconsin eran hermosas después de la llanura del oeste de Ohio e Indiana. Dakota del Norte tiene una apertura austera y sin adornos que me pareció convincente. Cuando entramos en Montana, el país se volvió dramático de una manera menos sutil. De repente, nos vimos rodeados de montañas de cumbres blancas y enormes espacios abiertos: realmente lo que siempre he considerado el “Oeste». Las montañas, con sus cumbres nevadas, nos recordaban que el invierno acababa de pasar, pero las flores celebraban el comienzo de una nueva estación de crecimiento. ¡Era bueno estar vivo!
El este de Washington fue una sorpresa. Es una colina de enormes campos de trigo, todos irrigados por gigantescas máquinas con aspecto de insectos. El país es realmente desierto, con cactus de higo chumbo y todo. Incluso hay un bosque de ginkgos petrificado. Sin embargo, cuando llegamos a Bellingham, el Washington que esperaba se mostró. Un día caminamos por la selva tropical hasta la orilla del mar. Encontramos estrellas de mar púrpuras y pequeños cangrejos rojos/verdes y el maravilloso aire marino. Al día siguiente subimos a las Cascadas y caminamos por campos de nieve a la sombra de enormes montañas escarpadas y torrentes de montaña.
El 16 de mayo abordamos el ferry Coumbia para un viaje de casi tres días por el Pasaje Interior hasta Juneau y luego hasta Haines. El Pasaje Interior es impresionante. El agua está casi toda protegida, por lo que está tan tranquila como un estanque. A ambos lados hay montañas y naturaleza salvaje.
Mientras estábamos en Juneau, fuimos al glaciar Mendenhall. Está al lado de la ciudad y es un espectáculo digno de contemplar. Al igual que las montañas, su presencia es innegable. En Haines nos alojamos en una cabaña con vistas a las montañas cubiertas de nieve, al fiordo y a la luna llena. Nuestro viaje en coche desde Haines a Fairbanks estuvo de nuevo lleno de naturaleza