A los Amigos reunidos les apasionan los carritos de golf, tanto como pasajeros como conductores. Los que participan en esta forma de transporte tienen varias motivaciones. Algunos necesitan ayuda para desplazarse debido a problemas físicos. Otros disfrutan paseando por los campus pastorales en lugar de hacer ejercicio en el calor de julio. Los carritos ayudan a algunos a llegar a tiempo a los meetings. Y otros dependen de los carritos para trasladar suministros para talleres, o niños muy cansados.
Los conductores de carritos de golf se ven impulsados a prestar sus servicios por diversas razones también. Algunos Amigos lo consideran su ministerio. Un Amigo así recibió un minuto viajero de su meeting y pidió a sus pasajeros que firmaran este minuto. Otros disfrutan de la sensación de libertad que proporciona estar al volante.
En la Reunión de Blacksburg, 58 personas se formaron como conductores de carritos de golf. Sin embargo, la mayor parte del transporte fue realizada por un grupo mucho más pequeño de almas dedicadas.
El envío de estos ministros de la movilidad es responsabilidad de los coordinadores y despachadores del “Centro de Carritos de Golf». Se dedica mucha planificación a este esfuerzo, pero el éxito de este ministerio depende de los conductores y despachadores voluntarios. Algunas de sus experiencias de este año incluyeron desafíos que fueron desde lo humorístico hasta lo escandaloso. De los nueve carritos alquilados a la universidad para los asistentes generales a la Reunión del ’05, cuatro quedaron en silencio debido a problemas mecánicos. Una llave perdida fue una gran molestia. Las lluvias torrenciales fueron otro desafío, incluso con un techo en un carrito, los conductores y los pasajeros se empaparon.
El campus de Virginia Tech era enorme, y los carritos de golf estaban a merced de las escaleras y la construcción en curso que requería desvíos. Una joven se confundió cuando su conductor no iba por la misma ruta que ella había caminado, y después de varios intentos de encontrar una ruta que le conviniera, fue devuelta al Centro de Carritos de Golf.
Un conductor, por lo demás dedicado, se llevó un carrito necesario en la tarde silenciosa del miércoles para facilitar una excursión en balsa.
Los niños pequeños también presentaron un problema para los despachadores, ya que los pequeños envases de crema de café para los conductores resultaron irresistibles para los pequeños dedos. Ocasionalmente, se dejaba a un niño viendo la televisión con la presunción de que los voluntarios del Centro de Carritos de Golf lo estaban vigilando. Aunque los voluntarios querían sintonizar la situación de los atentados de Londres, a veces estaban a merced de los dibujos animados.
A pesar de estos problemas, los carritos de golf superaron los obstáculos. La moraleja de esta historia es que si hay carritos disponibles en la próxima Reunión, ¡mantengan a los voluntarios en la luz!