Cartas al querido John

La lectura de la autobiografía de John Woolman despertó mi curiosidad sobre cómo respondería a su ministerio, amable pero desafiante, para que los compañeros cuáqueros abandonaran las instituciones sociales perjudiciales y vivieran de una manera que no acarreara semillas de guerra. Mis reflexiones tomaron la forma de estas cartas imaginarias a Woolman.

Querido John:

Gracias por tu corta visita. Desearía que me hubieras permitido enviar a mi Benjamin a buscarte, en lugar de caminar los diez kilómetros desde la ciudad. Habríamos tenido más tiempo juntos, y tengo tantas preguntas suscitadas por tu petición de que renuncie a Benjamin. No puedo imaginarme cómo llevaría mi casa sin su trabajo. Además, no estoy de acuerdo con tu generalización de que hay «tantos vicios y corrupciones» causados por nuestra forma de vida. Otros pueden abusar de sus bienes, pero yo cuido bien de Benjamin, y es su trabajo el que me libera para actividades como visitar a los enfermos y a las viudas de entre nosotros. También argumentaste que mis costumbres «tienden a provocar la ira y a aumentar la guerra y la disolución». Pero no veo cómo mi renuncia a Benjamin cambiaría eso. Estas costumbres están demasiado arraigadas en la sociedad para que las acciones de una persona marquen la diferencia. Renunciar a Benjamin no detendrá ninguna guerra.

Querido John:

Hoy he recibido tu reciente carta con alegría y consternación. Me ha conmovido tu argumento de que «al esforzarse por mantener una forma de vida cómoda para el mundo actual, el alejamiento de esa sabiduría que es pura y apacible ha sido grande». Veo que he utilizado el trabajo de Benjamin para lujos, y he decidido simplificar mi vida, lo que significará menos trabajo para Benjamin, y más tiempo para que yo lo dedique a Dios. Espero compartir contigo los frutos de esta decisión cuando nos volvamos a reunir.

Querido John:

Esperaba que recibieras con alegría mi decisión de simplificar mi vida; en cambio, me amonestas por no prescindir por completo de los servicios de Benjamin. No veo cómo eso ayudaría. Necesito su trabajo para llevar mi negocio. Renunciar a él probablemente me obligaría a dejar esta encantadora casa. Podría arruinarme económicamente. Me convertiría en el hazmerreír de la comunidad. ¿Y qué quieres que haga con él? ¿Venderlo, y así perpetuar la misma práctica que deseas que evite? ¿Dejarlo ocioso hasta que alguien más vea su valor y se marche con él? De cualquier manera, su vida no cambiará para mejor, y la mía probablemente empeorará. Pides demasiado, amigo mío.

Querido John:

Gracias por tus amables palabras de ánimo, y por reconocer que el cambio es difícil. Consideraré seriamente tu idea de que necesito ser «destetado del deseo de obtener bienes, o incluso de mantenerlos unidos, cuando la verdad exige lo contrario». Por favor, ten paciencia conmigo. Poco a poco me voy convenciendo de tu opinión de que es necesario un replanteamiento radical de los valores de nuestra sociedad, pero que el liderazgo para este cambio debe provenir del cambio personal. Como dices, «la conducta es más convincente que el lenguaje». Sin embargo, temo que mi fe aún no sea lo suficientemente fuerte como para permitirme unirme a aquellos que, como dices, «no sólo pueden romper el yugo de la opresión, sino que pueden saber que Dios es su fuerza y apoyo en tiempos de aflicción externa». Reza por mí, para que pueda obtener el valor que necesito para cambiar.

P.D. En tu última carta preguntaste por los orígenes de Benjamin. Lo tengo desde hace 16 años. Es una camioneta Toyota de 1994.

Marsha Green

Marsha Green es miembro del Meeting de Chapel Hill (Carolina del Norte) y forma parte del Consejo de Administración de Carolina Friends School. Ella y su marido, Michael, son Líderes de Enriquecimiento de Parejas para la Conferencia General de los Amigos.