Viajar es una parte ineludible de la vida de la mayoría de las personas, y para muchos de nosotros, los viajes de trabajo pueden ser un gran contribuyente a nuestra huella de carbono. Entonces, ¿qué sugerencias podemos hacer a nuestras organizaciones, grandes o pequeñas, para reducir esa huella? Aquí presento cuatro principios potenciales a tener en cuenta al diseñar una política de viajes sostenibles para el lugar de trabajo.
Primer principio: la sostenibilidad empieza en casa.
Los viajes sostenibles no se refieren solo a las largas distancias. Tenemos que utilizar algún medio de transporte para ir al trabajo o para movernos por nuestras ciudades, y las organizaciones pueden ayudar a su personal a tomar decisiones más sostenibles sobre cómo hacerlo. Por ejemplo, la Oficina Cuáquera de la ONU (QUNO) en Ginebra instalará una ducha en una próxima renovación de su edificio, lo que hará que sea más probable que el personal vaya en bicicleta, corra o camine al trabajo. Todo el personal de QUNO tendrá pases gratuitos para la red de transporte local. Cuando una organización toma estas medidas, junto con préstamos sin intereses y otros tipos de descuentos, se anima a todo el personal a viajar de forma sostenible.
Segundo principio: ¿necesitamos viajar?
Probablemente hayas oído la frase “Reducir, Reutilizar, Reciclar”, y la primera de ellas puede aplicarse a los viajes. Las reuniones cara a cara tienen una cierta calidad humana, pero para las reuniones que implican viajar largas distancias durante cortos períodos de tiempo, primero debemos preguntarnos: “¿Es esto realmente necesario?”. La tecnología ha avanzado hasta el punto de que se pueden utilizar con facilidad programas de videoconferencia de alta calidad, y se puede trabajar en documentos conjuntamente utilizando software de colaboración remota. Estas opciones son tan atractivas porque van desde lo más tecnológico y caro hasta lo funcional y gratuito. Siempre es útil —con respecto al tiempo del personal, así como al medio ambiente— detenerse y preguntarnos qué valor obtendremos realmente de una reunión cara a cara.
Tercer principio: trenes antes que aviones.
Todo viaje tiene un impacto, pero sin duda existe una jerarquía de métodos sostenibles. Viajar de Londres a Ginebra en avión libera 186 kg de CO2 por pasajero, mientras que un coche pequeño (dependiendo del número de pasajeros) libera 98 kg. Un tren, por otro lado, solo emite 38 kg por pasajero. (Caminar, por supuesto, tiene la huella de carbono más baja).
Cuarto principio: si todo lo demás falla, compensar de forma responsable.
Hay muchas razones por las que, en última instancia, la gente prefiere los aviones a otros métodos de viaje. Puede que no les guste pasar largas horas en tránsito, o que les resulte difícil trabajar en los trenes. Si una persona va a una distancia increíblemente larga, o si el avión simplemente cuesta mucho menos, la solución obvia es compensar las emisiones de forma responsable. Elegir una empresa de compensación de carbono decente requiere investigación y, a veces, correspondencia para abordar preocupaciones particulares, pero al final, merece la pena. Utilizada de forma responsable, la compensación de carbono puede garantizar que el impacto ambiental de nuestro trabajo pueda seguir contribuyendo positivamente a la sociedad.
Aunque no pretendo que estos principios sean las consideraciones definitivas para los viajes de trabajo, espero que al menos susciten alguna reflexión y conversación.
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