La historia está en nuestros huesos: cómo las cosmovisiones y la justicia climática pueden rehacer un mundo en crisis

Por Osprey Orielle Lake. New Society Publishers, 2024. 400 páginas. 29,99 $/tapa blanda o libro electrónico.

En The Story Is in Our Bones: How Worldviews and Climate Justice Can Remake a World in Crisis, Osprey Orielle Lake, fundadora y directora ejecutiva de Women’s Earth and Climate Action Network (WECAN), comparte lecciones que han surgido de su escucha y aprendizaje sobre las comunidades indígenas de todo el mundo. Cree que el momento en que vivimos exige “un cambio sistémico profundo que implique un cambio metamórfico en la cosmovisión: literalmente, cómo entendemos el mundo y nuestra relación y responsabilidad con la red de la vida y entre nosotros”. Su objetivo es que su libro se convierta en parte de una “conversación colectiva” que nos impulse hacia “una comprensión relacional y consciente de la Tierra de respeto, reciprocidad y restauración”. A lo largo del libro, Lake modela la colocación de las voces indígenas en el centro, al tiempo que reconoce el impacto de su propio privilegio blanco. The Story Is in Our Bones invita a los lectores a considerar su pasado, presente y futuro potencial y a ampliar su imaginación moral considerando qué elementos de la sabiduría indígena global ayudarían a crear el mundo que buscamos.

Gran parte del libro es una exploración de lo que las comunidades de todo el mundo hicieron para cuidar la tierra y entre sí antes de que el colonialismo, el capitalismo y el patriarcado definieran los tiempos. Lake anima a los lectores a reconectar con su pasado indígena, de dondequiera que sean sus antepasados. También aboga por una recuperación de las antiguas historias de origen, que originalmente eran “historias basadas en la tierra”, pero “han sido profanadas o cooptadas y pervertidas durante miles de años de colonización y patriarcado”. Señala que las cosmologías indígenas —muchas de las cuales han evolucionado para reflejar el pensamiento moderno— antes representaban a deidades masculinas y femeninas por igual y respetaban la diversidad de géneros en lugar de un binario de género estrecho. También lamenta la pérdida de innumerables lenguas indígenas que reflejaban mejor una mentalidad consciente de la Tierra, ya que “[l]a mayoría de las lenguas indígenas reconocen a los seres no humanos con capacidad de acción como ‘personas’ y expresan estas relaciones como parientes conscientes”.

El libro pinta un panorama sombrío de adónde nos han llevado las cosmovisiones dominantes de hoy en día. A Lake le duele que “[a]lgunas de las cosmovisiones más perjudiciales y generalizadas son el dominio humano sobre la naturaleza, la separación de una Tierra viva y el patriarcado estructural y la supremacía blanca” y que “[l]a sociedad dominante actual se basa en el poder sobre la explotación de las mujeres, los pueblos indígenas, las personas de color y la tierra”. Señala las formas en que los hombres blancos cisgénero son constantemente confiados y empoderados, mientras que las mujeres, las personas no binarias y las personas de color a menudo se consideran menos dignos y experimentan una discriminación constante. Para añadir a esa dinámica, Lake ilustra cómo “[l]a falsa escasez es parte integral del colonialismo y el capitalismo” en la forma en que mantiene el poder y la riqueza para unos pocos “a expensas de todos los demás”. Esta mentalidad de nosotros contra ellos se extiende a la forma en que nos relacionamos con la tierra. En lugar de ver la tierra como nuestra pariente, los humanos nos hemos puesto en el centro, “allan[ando] el camino para la explotación y el extractivismo de la tierra, ya que lo sagrado de la vida ha sido relegado a la malevolencia”. Estos hábitos mentales, trabajando al unísono, “han conducido a un enorme déficit de voluntad política y acción necesaria”.

El libro apunta a un mundo mejor y ofrece una hoja de ruta. Lake cree que las soluciones necesarias ahora mismo vendrán de los márgenes, especialmente de las mujeres y las comunidades indígenas. También confía en la propia tierra: “Tenemos mucho que aprender de la sabiduría, el diseño y el equilibrio de la Madre Tierra, si nos tomamos el tiempo de escuchar, observar, respetar y aprender”. Cree que “necesitamos que nuestros movimientos tengan una lente de justicia interseccional”, y cuenta historias a lo largo del libro de aquellos movimientos que han puesto la tierra, lo sagrado femenino y la sabiduría indígena en el centro, y cuenta el impacto tangible que han tenido. En particular, habla de los movimientos en torno a una Transición Justa, la Devolución de la Tierra y los Derechos de la Naturaleza. El libro está igualmente lleno de aspiraciones de lo que podría ser y de las lecciones de quienes actualmente están trayendo ese mundo a la realidad.

No me sorprendió encontrar a la activista medioambiental Joanna Macy, que es querida por muchos Amigos, en la lista de agradecimientos, ya que The Story Is in Our Bones refleja el tipo de esperanza radical que estamos acostumbrados a escuchar de ella. Como cuáquera, aprecié las preguntas que aparecen a lo largo del libro, como “[c]uál es la composición de nuestro suelo cultural?” y “cómo puede la sociedad dominante reaprender nuestro papel como especie clave y proteger y enriquecer el agua, la tierra, los bosques, los animales y la totalidad de la red de la vida?”. Lake señala que los “cambios tan necesarios para nuestra supervivencia no ocurrirán sin una defensa apasionada de los agentes de cambio”. Creo que los cuáqueros están a la altura de la tarea.


Lauren Brownlee es miembro del Bethesda (Md.) Meeting, donde forma parte de los comités de Ministerio y Culto y de Paz y Justicia Social. También es secretaria general adjunta del Comité de los Amigos para la Legislación Nacional.

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