Sé como un gorrión, ese periquito de color apagado.
Sí, tambaléate al borde de las cataratas del Niágara,
pero no seas codicioso. Bebe la inundación
un bocado a la vez. Despréndete
de tus parásitos y suciedad adheridos.
Barre el mundo con las alas más pequeñas,
contento de no ser visto, ni oído.
Deja los elogios para las aves más grandes.
Y las palabras, para los loros y su calaña.
No hay necesidad de hablar, un solo pío lo dice todo.
No huyas de estos bosques en otoño.
Picotea la corteza del invierno para alimentarte.
Y en la primavera, cuando regresen las bandadas,
deja que los migrantes más descarados chillen y se acicalen
como si fueran dueños de este lugar que dejaron.
Perdona sus atracos y pequeños robos.
Suficiente para darse un festín con lo que dejan.
Tu banquete de verano está en la hojarasca.
Encuentra suficientes semillas en el suelo del bosque.
Sé la prueba viviente de que menos es más.




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