Después de que Dios me dejó,
me las arreglé bien por un tiempo,
incluso en los cruces del camino
y en los lugares difíciles.
Pero el camino a veces se vuelve solitario,
aunque muchos vayan por el mismo camino.
Subiendo ahora la última cresta
hacia la Gran Divisoria,
a veces desearía que hubiera un nombre al que llamar,
una mano que sostener.
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