A la caza de monedas: poemas de una infancia en los Apalaches
Reseñado por Catherine Wald
junio 1, 2016
Por Errol Hess. Wetknee Books, 2015. 69 páginas. 5,99 $/tapa blanda.
Hunting pennies me recordó a darme un chapuzón en una poza local. No esperas nada lujoso ni elaborado; puede que te encuentres barro, porquería y légamo en el fondo; y probablemente vuelvas con algunas picaduras de insectos, ¡pero, vaya, qué refrescante es esa agua fría!
Este “recuerdo en verso” abarca la infancia de Hess en la pequeña ciudad apalache de St. Marys, Virginia Occidental, entre 1941 y 1959. Hess fue un huérfano de guerra cuyo padre fue enviado a Filipinas, dejando atrás a un hijo de dos años y a una madre emocionalmente ausente. Era una época de dificultades físicas, cuando el ataúd de un abuelo sería, con diferencia, el mueble más caro y lujoso del salón familiar, y cada media corteza de pan se guardaba para pescar. También hubo dificultades emocionales: para un niño pequeño abandonado, cada mujer que “decía hola / con voz suave y una sonrisa” era una figura materna anhelada. El poema “Sustitutos” termina con la desgarradora pregunta:
¿Cuántos pedazos de mujer se necesitan para hacer
una madre a tiempo completo cuando la tuya está ausente,
atada a su propia miseria?
Aunque no se anda con rodeos ni rehúye el dolor, esta es una colección suave y elegíaca que retrata una infancia al estilo de Tom Sawyer, llena de arroyos, baños en cueros, caza de ardillas, casas en los árboles y descubrimientos. Recomiendo que lo leas de una sentada, dándote tiempo y espacio para habitar el mundo de los recuerdos de Hess. Me imagino a un narrador adulto sentado en una mecedora en un porche viejo, intercambiando cuentos con sus vecinos, o a un niño pequeño presumiendo de sus aventuras ante amigos burlones pero admirados.
Escucha el cuento de Hess y aprende (o recuerda) los días en que el tiempo pasaba lentamente, la gente hacía un trabajo agotador y los centavos recuperados del extremo profundo de la piscina abrían enormes perspectivas de posibilidades, por ejemplo:
Comprar una rosquilla grande después de nadar toda la tarde.
Mordisquear la sal, un trozo cada vez.
Disolverla por un extremo en la boca,
saboreando la sal que queda, saboreando la corteza crujiente
y las migas secas del interior.
Casi puedo oír el crujido de esa mecedora ahora.
Los comentarios en Friendsjournal.org pueden utilizarse en el Foro de la revista impresa y pueden editarse por extensión y claridad.