Como si estuviéramos ciegos, buscamos
cada hora
el camino hacia Ti.
Cansados, débiles por el ayuno,
clamamos,
“¿Dónde estás?”
¡Por fin! ¡¡La puerta del cielo!!
“¡Señor, déjanos entrar!
¡Debes, debes dejarnos entrar!”
Nosotros, que osamos asaltar el cielo,
caemos
sometidos
en reverente silencio
y esperamos.
Las relucientes puertas se abren.
Como si estuviéramos ciegos
a todo salvo a Tu resplandor,
sentimos
nuestro camino eterno
hacia Ti.
Aquí está la estrofa de John Greenleaf Whittier (de “Himnos del Brahmo Somaj”) a la que responde este poema:
Ayunamos y suplicamos, lloramos y rezamos,
Desde la mañana hasta la noche;
Buscamos el camino sagrado,
Llamamos a la puerta del cielo
Y cuando en silencioso asombro esperamos,
Y la palabra y la señal se abstienen,
Las bisagras de la puerta dorada
Se mueven, silenciosas, a nuestra oración!
Quien escucha las armonías eternas
No puede prestar atención a ninguna palabra externa;
Ciego a todo lo demás está quien ve
¡La visión del Señor!
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