Escribe en este devocional diario
que su madre tuvo que trabajar montando
calentadores para mantener a sus cuatro hijos
y se consolaba los fines de semana
emborrachándose y usaba
un cinturón de cuero como castigo cuando
dejaban una tarea sin hacer o
discutían entre ellos.
Y que un día, sentado en una celda fría,
de bloques de cemento gris, leyó
acerca de Jesús muriendo en la cruz
y se dio cuenta de que eso significaba que Dios le había
liberado de los daños que le habían hecho
y de los daños que él había hecho a otros,
lo cual es un acto de fe que me parece
simplista, conceptualmente crudo,
tal vez porque mi madre no era
una alcohólica y no me pegaba
y nunca estuve en la cárcel, lo que quiere
decir que de repente veo que soy pariente cercano
del fariseo que estaba
en el templo vertiendo con orgullo
en los oídos de Dios los detalles de su
impresionante currículum religioso.
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