Uso de energía en el aula

Cuando estaba en sexto grado, ayudé a realizar un cambio significativo en mi escuela. Todo empezó con un debate en clase sobre cómo podíamos ayudar a la comunidad escolar. Decidimos reducir nuestro consumo de energía en el campus. Junto con otros cuatro compañeros, me ofrecí voluntario para formar parte del comité encargado de implementar este proyecto de administración. Primero tuvimos una reunión de lluvia de ideas facilitada por uno de nuestros profesores. Hablamos mucho sobre lugares concretos de nuestras aulas donde creíamos que podíamos mejorar nuestro consumo de energía. Muchas de nuestras ideas se solapaban. Algunas de nuestras propuestas iniciales incluían aislar las ventanas para que la calefacción fuera más eficiente, apagar las luces justo después de salir de una habitación y utilizar temporizadores para los cargadores. Hubo muchas conversaciones y debates sobre lo que seríamos capaces de hacer mejor.

Este debate y elección tuvo lugar durante varias reuniones. Cuando finalmente elaboramos un buen plan de acción, comenzamos a trabajar en cómo presentaríamos el plan. Buscamos el coste mensual promedio de cada uno de los electrodomésticos que usamos, luego comparamos esa cantidad con el coste de ese electrodoméstico. Luego estimamos el coste de la iluminación en cada una de las tres aulas principales. El proceso fue tedioso, pero fue útil tener un punto de partida para poder determinar cuánto progreso hicimos. Luego decidimos que la forma más efectiva de llevar nuestras ideas a las clases era a través del personal. Todos los martes se llevaba a cabo una reunión del personal donde todos los profesores hacían un plan para la semana. Nos quedamos después de la escuela para la reunión y presentamos nuestros hallazgos e ideas a los profesores y a la administración. Pudieron dar comentarios perspicaces, así como agregar sus propias ideas para mejorar la administración en la comunidad.

Después de obtener el visto bueno de las personas a cargo de la escuela, llevamos nuestras ideas a los estudiantes. Comenzamos con nuestra clase, que sirvió como prueba. Nos dieron consejos sobre cómo involucrar más a nuestra audiencia y hacerla comprensible para los estudiantes más jóvenes. Los comentarios de nuestros compañeros de clase nos permitieron refinar nuestra presentación y comenzamos a compartirla con las aulas más jóvenes.

Mi participación personal fue escuchar sus ideas para el cambio. A veces, las ideas eran muy extrañas, como tener iluminación con velas en lugar de la iluminación convencional. A veces compartían historias de su propia experiencia personal con la administración; escuchar esas historias fue un punto culminante del proyecto para mí.

Me sorprendió gratamente ver un cambio notable dentro del primer mes después de que entráramos en acción. Aunque desde entonces me he mudado a un campus diferente, todavía hay un cambio positivo sucediendo. Siento que este proyecto me ha mejorado a mí y a mi comunidad, y estoy muy agradecida de haber sido parte de él.

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