Mi revelación con la competencia cuáquera

Solía detestar la competencia. Al crecer con hermanos, nuestras vidas estaban dedicadas a superarnos mutuamente y a demostrar quién había hecho algo mejor que el otro. A menudo me encontraba haciendo cosas descabelladas únicamente con el propósito de demostrar que había hecho algo que mis hermanos no habían hecho. Esto fue bastante insano en el desarrollo de mi idea de lo que significaba competir. La competencia para mí era una forma despiadada para que la gente demostrara quién era mejor que el otro. Esto podía tomar la forma de una competencia de kickball en la clase de gimnasia o desafiar a un rival para ver quién podía obtener la calificación más alta en un examen de álgebra. Mi idea y enfoque de la competencia cambiaron cuando me integré en la escuela secundaria Westtown.

En Westtown, me presentaron por primera vez esta nueva forma de competencia en mi sexto grado. Estábamos comenzando roles de liderazgo y celebrando elecciones para el puesto de secretario estudiantil. Estos secretarios eran increíblemente importantes para nuestra vida diaria en Westtown. No solo eran los que recaudaban fondos para organizaciones benéficas y abordaban los problemas de la comunidad, sino que supervisaban una pieza fundamental del cuaquerismo en nuestra escuela: la reunión para el culto. Al comienzo de cada reunión, nos presentaron varias preguntas que nos permitirían reflexionar sobre nuestros logros y considerar espacio para mejorar dentro de nuestra comunidad. A medida que la gente comenzó a verbalizar su candidatura para este puesto, se nos informó rápidamente que esto iba a ser muy diferente de las elecciones competitivas a las que estábamos acostumbrados, como las elecciones presidenciales de Estados Unidos. El proceso que utilizamos se llama discernimiento. En este proceso, en lugar de que los individuos compitan para ver quién obtiene la mayor cantidad de votos, elevamos a cada individuo y luego llegamos a un consenso sobre quién sería el mejor como puesto de secretario.

Este proceso no solo es respetuoso, sino que creo que abarca plenamente algunos de los valores centrales cuáqueros. Aunque al final una persona triunfa, nos aseguramos de que todos sean tratados por igual durante todo el proceso. Elevamos a todos y evitamos toda la negatividad. Aunque hay muchas otras formas en que la competencia puede ser traída a la vida cuáquera, creo que esta es la más clara y relevante.

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