Besando el suelo, en cambio

Foto de Roman kravtsov

1
Cada mañana de mi infancia, antes de ir a la escuela,
juraba lealtad, con la mano en el corazón,

esperaba sentir el latido.
Estaba viva; podía hacer promesas.

No entendía lo que significaban las palabras
—individualmente o todas juntas—

pero absorbía la reverencia que las rodeaba,
la solemnidad, mi sagrado deber.


2
Cada mañana en este otoño de mi vida,
juro lealtad a mi corazón,

para mantenerlo fuerte en la salud, suave en el cariño.
Juro lealtad a los lirios del campo,

y al jengibre blanco,
al gorrión que cae,

y a los pinzones azafrán
en la hierba verde y húmeda;

Juro lealtad a los niños
que nos mostrarán el camino al cielo,

a la Tierra que nos alimenta,
que llueve sobre buenos y malos por igual.

Nancee Cline

Nancee Cline es una amante de las palabras escritas de toda la vida: lectora, escritora, profesora, tutora. Tiene un máster en humanidades interdisciplinarias. Nancee vive con su marido en Hawái. Cuando no está leyendo o escribiendo, baila hula, hornea pan campesino y cuida su media hectárea de verde salvaje.

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