Convertirse en un místico ordinario: espiritualidad para el resto de nosotros

Por Albert Haase. InterVarsity Press, 2019. 176 páginas. 16 $/tapa blanda; 15,99 $/libro electrónico.

El mensaje del padre Albert Hasse es sorprendentemente directo: convertirse en un místico “ordinario” —algo a lo que todos estamos llamados a hacer— es simplemente despertar a lo extraordinario en lo cotidiano y a lo sagrado en lo secular. Es un viaje que conduce a una nueva experiencia de lo ordinario. Pero como todos sabemos, esto no es nada sencillo, y este libro pretende ser una guía sobre algunos asuntos a tener en cuenta y de los que ser conscientes. Es básicamente una guía escrita en un estilo conversacional sencillo; dado que gran parte de lo que presenta será terreno conocido para muchos lectores, parece que no hay mucha necesidad de analizar cada punto en detalle. Simplemente preguntaremos si el libro es claro y accesible para aquellos que se encuentran en una amplia gama de viajes espirituales y si es razonablemente completo.

Haase es un sacerdote franciscano, autor y director espiritual que actualmente es capellán en el Cedarbrake Catholic Retreat Center cerca de Austin, Texas, con especial responsabilidad en la formación de futuros directores espirituales. No es de extrañar que su discusión se vea en algunos puntos a través de una ventana católica (confesión, pecado, ayuno, etc.), pero los lectores en otros caminos espirituales no tienen por qué distraerse con un mundo menos familiar, ya que él los interpreta ampliamente —ejemplos a continuación— y su alcance al esforzarse por dirigirse a todos es sabiamente más profundo.

La fuerza de este libro es la fidelidad de Haase al énfasis característicamente franciscano en la espiritualidad práctica y experiencial. Por medio de numerosas anécdotas extraídas de su propia vida y de la de otros, muestra cómo la espiritualidad entra en todos los aspectos de la vida cotidiana ordinaria. A la inversa, logra demostrar claramente hasta qué punto la espiritualidad está arraigada en los desafíos de la vida más ordinaria. Breves citas enriquecen la narración, de autores como Meister Eckhart, Teresa de Ávila y Thomas Merton. Cada capítulo concluye con ejercicios al estilo de una guía: “Practicar”, “Reflexionar” y “Meditar”. Este último consiste en una frase resumida para meditar mientras se está sentado en silencio.

Si reorganizamos un poco la progresión de los temas, encontramos que el camino para ser un “místico” comienza con una atención plena fundamental y progresa a través de una creciente atención a la conciencia y acercándose al objetivo del verdadero autoconocimiento. Esto se evidencia al esforzarse por lograr la completa libertad de las exigencias del ego, ese “capataz implacable” como él lo llama. El místico, ya sea “ordinario” o no, es aquel que ha aprendido a aceptar y valorar el misterio último del camino, al que solo se puede acceder con confianza y fe. El verdadero objetivo se encuentra en las relaciones, “el escenario en el que se desarrolla tu vida espiritual”. Haase pone un énfasis considerable en el discernimiento, aunque como cuáquero me gustaría que dijera más sobre
el
discernimiento comunitario.

El resto del libro está en el contexto de
la atención plena.
A lo largo del camino, nos encontramos con imágenes inadecuadas de Dios que debemos superar constantemente. Esto con frecuencia nos lleva a la noche oscura, desafiándonos a dejar ir nuestras imágenes de Dios en las que confiamos con demasiada facilidad. Haase presenta el problema de los “siete pecados capitales”, pero rápidamente muestra cómo cada uno de ellos puede —y debe— interpretarse de manera amplia y metafórica; la “gula”, por ejemplo, es el apetito por cualquier autocomplacencia. La dirección espiritual es para todos, desde el místico novato hasta el más experimentado, porque la atención de uno está dirigida a “las muchas maneras en que el Espíritu podría estar moviéndose en tu vida”. Gran parte de lo que Haase nos dice a lo largo del camino es un sólido autoconocimiento que va mucho más allá de una conexión directa con el misticismo; por ejemplo, “cada emoción, sin importar cuán impropia pensemos que pueda ser, contiene una sabiduría y un dinamismo propios”.

La variedad de técnicas espirituales que llena este libro es simplemente el número infinito de rutas hacia un único objetivo: despertar a la presencia divina en la vida ordinaria.

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