Desenfunda tus armas

Por Sarah Sentilles. Random House, 2017. 320 páginas. 28 $/tapa dura; 13,99 $/eBook.

Ensamblada como un collage o una pintura impresionista,
Draw Your Weapons
de Sarah Sentilles ofrece al lector una forma poética de observar las fotos tanto de soldados como de pacifistas con la misma lente. A través de sus ojos, podemos ser testigos de grandes atrocidades y de una devoción enérgica. El libro se centra en dos fotografías: una tomada de un periódico de un anciano que sostiene un violín, la otra la infame imagen de un hombre encapuchado de Abu Ghraib. No hay reproducciones de estas imágenes en el libro. En cambio, sin utilizar una sola imagen, Sentilles utiliza sus palabras para mostrarnos un arte que puede cambiar corazones y mentes y afectar a lo personal y a lo político. Escrito en un estilo que se asemeja a capas de pintura sobre lienzo, la autora utiliza párrafos muy pequeños que juntan fragmentos de una historia que se desarrolla para formar un tipo de narración diferente. Agradecí este estilo, ya que me dio tiempo para descansar, dejando que la información realmente calara. La historia se nos revela entonces una capa a la vez, con gran cuidado y deliberación.

De particular interés para los cuáqueros es el enfoque de Sentilles en el hombre con el violín, que resulta ser Howard Scott, conocido por muchos en todo el noroeste del Pacífico. Durante la Segunda Guerra Mundial en el ejército, Howard salió de un campo de trabajo y fue arrestado. Fue liberado, pero luego reclutado de nuevo en el servicio militar, donde se declaró objetor de conciencia y fue encarcelado de nuevo. Mientras estaba en prisión esta vez, utilizó la madera que había recogido durante su tiempo en el campo de trabajo para hacer un violín. No tenía permiso para hacer esto, así que su esposa, Ruane, le envió instrucciones para la construcción del violín en cartas cortas. Nunca llegó a completar el violín en prisión, pero años más tarde su nieto encontró el violín a medio terminar en la casa de Howard y terminó el trabajo, dándoselo en su octogésimo séptimo cumpleaños. De la historia que Sentilles leyó en el periódico, se puso en contacto con la familia y reconstruyó partes de la vida de Howard en una narrativa fusionada con imágenes de paz y guerra, historias de la vida de Howard y la suya propia y la de uno de sus estudiantes, Miles, que había sido soldado en Abu Ghraib.

Otro paralelismo interesante es la relación de Howard con el destacado objetor de conciencia y cuáquero Gordon Hirabayashi, que fue compañero de habitación de Howard en la universidad. Hirabayashi, un estadounidense de origen japonés, rechazó el toque de queda y la orden de internamiento durante la Segunda Guerra Mundial. Su caso judicial, que impugnaba una importante cuestión constitucional de libertad, llegó hasta el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Aunque perdió en ese momento, su condena fue anulada 44 años después. Varios honores en su nombre continúan contando su historia. Tejidas juntas en un arco paralelo, estas historias exploran a las personas y los temas más importantes para los cuáqueros: la guerra y la paz.

Lo más importante de este libro es su poder transformador, a través del arte, para examinar las cuestiones de la guerra y la paz, el bien y el mal, el amor y la violencia. Utilizando una gran cantidad de investigación y compasión, Sentilles teje una narrativa para dar sentido a las atrocidades de la guerra. Mediante el uso del arte, o tales descripciones verbales del arte, la humanidad puede cambiar cómo se siente acerca de la guerra. Sentilles nos muestra que, a través de imágenes como los esclavos siendo tratados inhumanamente o imágenes de niños siendo quemados en Vietnam, el arte puede ser utilizado para cambiar verdaderamente el mundo. Se advierte que hay numerosas descripciones inquietantes de imágenes de guerra a lo largo del libro. Estas imágenes no se utilizan gratuitamente, sino como un medio de examen más profundo. Sentilles habla con una artista que hace dioramas, y dice: “Pensó que recrear las escenas la obligaría a notar detalles que podrían haber sido pasados por alto”. En otras palabras, “la observación cuidadosa podría ayudar a lograr la justicia”. Lo que esto significa para mí es que a veces tenemos que abrir los ojos a algo que no queremos ver; de lo contrario, nos cerraremos a la posibilidad de provocar un cambio. Como cuáqueros que creen en la revelación continua, debemos estar listos para abrazar lo que surja, incluso si nos asusta. Para dar testimonio externo de nuestra experiencia interna, Sentilles dice: “El acto de observar afecta a lo que está siendo observado”. Debemos ser testigos entonces, para mantener la guardia, para seguir mirando y viendo, para poder señalar lo que necesita ser cambiado. Este libro, entonces, no es sólo una historia con moraleja para los cuáqueros, sino que nos proporciona un modelo a seguir para ver. Howard, el objetor de conciencia, y Miles, el veterano de guerra, ambos tuvieron experiencias que podemos observar para ayudar a cambiar nuestras propias vidas.

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