
Eligió sentarse en los escalones
con Putnay y Hamish
donde la luz de la ventana sur caía a su izquierda.
No eran sus palabras, era su intensa presencia
lo que centraba el silencio.
Siempre supimos que estaba ahí.
Aún y para siempre
el cáncer que es la prisión
ardía por dentro—
veintisiete años
de los que rara vez hablaba
aunque una vez confesó una furia
a la que un policía le había provocado
pero lo recordó a tiempo
y reprimió su rabia
Otra noche, conduciendo solo
por la Avenida Central
reconoció cerca de Frontier
a una chica de su infancia, se detuvo,
ella subió, vieja amiga, ahora prostituta
. Se rieron, empezaron a hablar,
Solo tenía el carnet encima.
Sin dinero”. Dudó.
“Tengo que recordar que tengo antecedentes.
Tengo que controlarme y tiendo a olvidarlo.
Podrían devolverme
Y no voy a volver.
Nunca”




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