Lo vio morir una y otra vez, una y otra vez toda la noche en las noticias de la noche.
Era como si a ella también le estuvieran disparando, dijo.
Cada vez.
Imaginó las palabras
que quedaron atascadas para siempre en la garganta de su
mano que lo defendía. ¿Dónde está tu hermano?
Él nunca había querido que le devolvieran lo que había tenido que ser reparado.
¿Habría querido saber que le habían disparado?
Como nunca antes lo habría querido.
Había visto un mechón de hilos donde se había caído un botón cuando se lo dijeron.
Lo volvería a coser, lo volvería a coser todo, incluso si
le tomara el resto de su vida y más: “Allah es misericordioso”.
Y recordó a sus vecinos
rezando por el perdón de un Dios diferente.
¿Cuál era la diferencia?
Mohammed. “La paz sea con él”.
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