(dos poemas para Santa Teresa de Lisieux)

© nndanko

 

Cocina

Despego la creencia como los anillos de una cebolla, seco lágrimas disimuladas con el dorso de una
mano mientras agarro mi cuchillo con la otra. Los credos y los concilios son tantas
capas que separar y deslizar: caen como lunas crecientes en un cubo. La nuevasuperficie viva es suave al tacto. La desenvuelvo, sin embargo, me deslizo bajo las envolturas dellenguaje hacia algo aún más querido. Apreciaré lo que haya allí: un blanco bulto
de nada, un átomo, una perla, sabiendo que son buenas noticias, confiando en que es un regalo.

 

Cuarto de la ropa blanca

He encontrado a Dios en el cuarto de la ropa blanca,
entre rígidos pliegues de sarga, y los duros

pliegues de cuerpos a los que se les pide soportar
su propia tela estropeada. He levantado

las sábanas en el aire fresco y tenue; he alineado
las esquinas pulgar con dedo, he caminado

con los brazos extendidos como María
visitando a Isabel. Nosotros

unidos, en este sencillo
lugar de hilos transfigurados.

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