Después de su encuentro con aquel rabino, él
Caminó a casa más lentamente de lo habitual.
Sus dos ayudantes permanecieron en silencio a su lado.
Miró por encima del hombro, una, dos veces, pero
No se dio la vuelta. No lo haría.
¿Qué tonto haría tal cosa, en su lugar?
Se preguntó por qué no podía reírse de ello.
Suspiró, “Otro charlatán”, y sin embargo…
De vuelta en casa, el sirviente se arrodilló a sus pies, vertió
Agua en plata, desabrochó sus sandalias.
Su madre, en su bordado, preguntó
La respuesta que aquel hombre dio a su pregunta.
Él no dijo nada, solo observó el destello de la aguja
Mientras ella enhebraba su estrecho ojo una vez más.
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