El artículo de Peter Phillips, “¿Cuál es el testimonio cuáquero sobre los ‘impuestos de guerra’?» (FJ Feb.), es problemático en al menos cuatro aspectos.
Primero, no es posible determinar a partir de este artículo el testimonio cuáquero sobre los impuestos de guerra. (Eso no debería sorprender, ya que se necesitaría un tratado más extenso para responder a esa pregunta. En un escrito de amicus curiae encargado por el New York Yearly Meeting en 2007 se ofrece una perspectiva histórica importante; véase https://www.cpti.ws/court_docs/usa/jenkins/sc/nyym_amicus.toc.html).
Segundo, el autor cuestiona si existe alguna definición clara de “impuestos de guerra». Se necesitaría una presentación más detallada para abordar esta importante consideración. Se puede argumentar de manera convincente que los “impuestos de guerra» pueden definirse; que existe una categoría más amplia, los “impuestos militares», que también pueden definirse (los impuestos militares pagan los sistemas militares, incluso cuando una nación no está en guerra); y que existe un testimonio cuáquero con respecto a cada uno de ellos.
Tercero, el autor parece centrar principalmente la atención en la cuestión de la resistencia a los impuestos de guerra (sin duda, un enfoque legítimo), pero existen otros tres aspectos del testimonio cuáquero relacionados con los impuestos de guerra y los impuestos militares, además de la resistencia a los impuestos de guerra. Estos incluyen (a) mantener los ingresos por debajo del nivel imponible; (b) trabajar judicialmente para persuadir a los tribunales de que reconozcan el derecho a la objeción de conciencia a los impuestos de guerra y a los impuestos militares (teniendo en cuenta que los tribunales estadounidenses hasta ahora han fallado negativamente sobre esta cuestión: véase U.S. v. Lee, Tribunal Supremo de los Estados Unidos, 1982; y Jenkins v. Commissioner of IRS, Tribunal de Apelaciones del Segundo Circuito, 6 de marzo de 2007); y (c) trabajar legislativamente para persuadir al Congreso de que establezca por ley el derecho a la objeción de conciencia a los impuestos militares (véase https://www.peacetaxfund.org). Además, existe otro aspecto del testimonio cuáquero relacionado con el pago de la guerra, no relacionado con el aspecto obligatorio del pago de impuestos, sino con el aspecto voluntario del pago de la guerra a través de las compras e inversiones que uno realiza.
Y cuarto, si bien el artículo de Phillips plantea principalmente una serie de preguntas, uno se queda con la impresión de que la respuesta del autor a la pregunta planteada en el título es que el cuaquerismo, en su consejo comunitario, nos aconseja no participar en la resistencia a los impuestos de guerra, sino estar dispuestos a dar al César lo que es del César, que la resistencia a los impuestos de guerra no es una forma eficaz de protestar contra la guerra y tendrá el efecto negativo de negar fondos a fines sociales constructivos. Muchos objetores de conciencia a la guerra y al pago de la guerra no estarían de acuerdo con el autor en estos tres puntos.
Creo que muchos cuáqueros (y muchos otros) que se oponen por conciencia a pagar por la guerra y por los sistemas militares —especialmente aquellos que han dado testimonio de esas profundas convicciones durante años— se suscribirían a las siguientes afirmaciones:
Que cada una de las cuatro formas de expresar la objeción de conciencia a los impuestos de guerra y a los impuestos militares (véase el tercer punto anterior) es una forma válida de expresar el testimonio de paz, y que algunas personas son conducidas a una y otras a otra forma de esos testimonios (o a varias de esas aproximaciones);
Que existen varias formas de oposición social a estas expresiones de nuestro testimonio de paz, y estas resistencias suponen un reto para los cuáqueros y para todos los que defienden estos testimonios. Parte de la expresión del testimonio de paz consiste en responder con amor, claridad y determinación a quienes presentan estas resistencias, con la esperanza de persuadirles de la validez de nuestro testimonio contra la guerra y los impuestos militares y contra las compras e inversiones que apoyan la guerra;
Que la violencia engendra violencia (incluida esa forma de violencia que es el terrorismo), que la guerra y el terrorismo son expresiones extremas de violencia, que pagar por la guerra es una forma de participación en la guerra, y que pagar la totalidad de los impuestos federales significa que uno está pagando por la guerra y por los sistemas militares, y que cada uno de nosotros debe lidiar con ese hecho y resolverlo en su conciencia; y, por último,
Que existe un creciente cuerpo de evidencia histórica (por ejemplo, véase A Force More Powerful de P. Ackerman y J. Duvall, 2000) de que los enfoques no violentos son formas eficaces de prevenir la violencia y/o responder a situaciones violentas. Nadie afirmaría que los enfoques no violentos no conllevan riesgos (incluido el riesgo de muerte para quienes siguen esos enfoques). Pero, al final, especialmente en esta era nuclear, debemos adoptar formas no violentas de prevenir y responder a los conflictos. Esto significa que debemos persuadir a los gobiernos de que reconozcan la objeción de conciencia al pago de impuestos de guerra y de impuestos militares como un derecho humano, un derecho que emana de nuestro derecho de la Primera Enmienda a la libertad de expresión religiosa, del artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y del artículo 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Peter Phillips ha planteado una cuestión que merece nuestro intenso estudio, reflexión y atención en la oración.