No seas más de lo que Dios te ha hecho. Abandona tu propia voluntad; abandona tu propio correr; abandona tu propio deseo de saber o de ser algo, y sumérgete en la semilla que Dios siembra en el corazón, y deja que crezca en ti, y esté en ti, y actúe en ti, y encontrarás por dulce experiencia que el Señor conoce eso, y ama eso, y lo conducirá a la herencia de la vida, que es su porción.
—Isaac Penington, 1661
Para sumergirnos en la semilla, no solo necesitamos silencio, sino también quietud. Cuando los adultos nos movemos nerviosamente en la reunión cuáquera, reforzamos inconscientemente nuestras formas habituales de pensar, ser y hacer. Moverse nerviosamente es una forma de evitar algo. Cuando nos sentamos quietos, nos acercamos más a quienes somos y somos más capaces de observar las arenas movedizas de la mente que etiquetamos como yo, mí y mío. Si podemos estar quietos, podemos ser movidos por el Espíritu Santo. La quietud es perturbadora. No es de extrañar que nos movamos nerviosamente y miremos alrededor y tosemos; queremos escondernos de nosotros mismos, de los demás y de Dios.
«Deja que la Luz te escudriñe y te ponga a prueba, porque te tratará con franqueza, te destrozará y te abrirá y manifestará todo lo que se alberga dentro de ti». Margaret Fell habla de una confrontación radical con nosotros mismos en la que somos acusados y condenados por el Espíritu Santo. El cuerpo y la mente no están separados. Somos Espíritu encarnado. Necesitamos permitirnos ser tal como somos porque solo podemos ser tan hospitalarios con los demás y con Dios como lo somos con nosotros mismos. Necesitamos sentarnos quietos para liberarnos de nuestras formas habituales, a menudo inconscientes, de evitar lo que más necesitamos abordar. La quietud física es un campo de entrenamiento donde podemos aprender a ser menos neuróticos y más sabios. Cuando practicamos la quietud juntos en la adoración, nos ayuda a convertirnos en un solo cuerpo, un conducto más grande para el amor y la sanación.
La quietud física promueve la calma mental. Al permanecer quietos y no obedecer cada impulso de ajustar el cuerpo, los pensamientos se calman y es más fácil discernir en cuáles actuar. Al permitir que el cuerpo esté quieto, notamos los movimientos más sutiles y esenciales de la vida: la respiración, la sangre, los sonidos desde dentro y desde fuera, el movimiento del aire a través de la piel. Cuando nuestros cuerpos están relajados y alerta, vemos más allá de nuestras preocupaciones habituales y estamos más disponibles para nuevas ideas. Estar quietos y presenciar lo que sea que suceda es parte del proceso de convertirse en un recipiente a través del cual la vida puede fluir más libremente; entonces estamos menos encerrados en nuestras reacciones habituales y es más probable que actuemos, hablemos y vivamos de maneras sabias y amorosas.
Intenta sentarte en una posición que minimice la necesidad de moverte, con la columna vertebral lo más erguida y sin apoyo posible. Esta postura puede sentirse extraña al principio, pero se vuelve cómoda con un poco de práctica. Esta postura promueve el equilibrio y abre la parte frontal del cuerpo, permitiendo que la respiración vaya y venga libremente. Coloca ambos pies planos en el suelo directamente debajo de las rodillas; mantén las manos quietas en el regazo o sobre los muslos. Intenta mantener los ojos cerrados durante toda la reunión; mucha inquietud entra por los ojos. Usa la respiración como un punto de enfoque o anclaje para la atención, un lugar al que volver cuando te des cuenta de que te has perdido en el pensamiento. Cuando necesites moverte, hazlo conscientemente: observa el deseo de moverte, muévete conscientemente y vuelve a la quietud. Experimenta. Explora. Sé paciente. Cuando la mente y el cuerpo se asientan, el corazón puede relajarse y expandirse, y somos transformados. Una tremenda energía puede fluir en nuestras vidas a través de la quietud. Moverse nerviosamente nos mantiene en la superficie; la quietud nos lleva a las profundidades donde aprendemos a «no ser más de lo que Dios nos ha hecho».
Caroline Jones
Birmingham, Reino Unido