Los mensajes pueden llegar como aliento, casi desapercibidos,
o como una brisa para refrescar el sudor del esfuerzo.
Estos los acepto con gratitud,
pero no el torbellino que arrasa los muros que me protegen.
Los mensajes pueden condensarse como rocío en gotas de joya,
o un goteo refrescante en una garganta polvorienta.
No requieren esfuerzo para apreciarlos.
Pero así como mis lágrimas errantes no regarán un jardín,
ni siquiera la sed desesperada dará la bienvenida a la ola de tormenta.
Los mensajes pueden brillar como brasas asentadas en el hogar,
o el fuego domesticado de la fragua.
Puedo calentarme; puedo ser usado sin miedo.
Pero una tormenta de fuego solo trae pavor; y las explosiones, horror.
Los mensajes pueden caer como semillas en la tierra,
o en mis manos como piedras.
En mis manos, son un peso cómodo,
pero muy magullantes cuando se lanzan.
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