Alzando su copa 30 metros por encima del campus de Pendle Hill, la imponente tsuga canadiense hace guardia detrás de la Casa Principal. Durante mi estancia en Pendle Hill en los años 70 y 80, un grupo de personas se sintieron atraídas por el reto de subir a su cima. En lo que a mí respecta, en más de una ocasión descubrí nuevas inspiraciones y perspectivas, una limpieza de telarañas cerebrales, en lo alto de sus ramas.
Después de sortear su sección inferior, donde las ramas están muy espaciadas, ascendía la distancia restante hasta la cima casi como si subiera una escalera, con los pies y las manos moviéndose triunfalmente de rama en rama, uniformemente espaciadas. ¡En menos de cinco minutos podía estar en la copa!
¿Pero por qué tanta prisa? Me gustaba entretenerme por el camino, empapándome del carácter y el espíritu de esta magnífica conífera, maravillándome de la fuerza y el encanto de sus nervios, bebiendo profundamente de su penetrante perfume mientras observaba a la gente de Pendle Hill, del tamaño de una hormiga, yendo y viniendo abajo.
Mi entusiasmo me impulsó a ser un defensor, a compartir esta experiencia en la copa de los árboles con otras almas intrépidas. Como jefe de mantenimiento, al menos una vez llevé a nuestro equipo de mantenimiento a esta elevada atalaya para celebrar nuestra reunión de personal. Sin duda, en ese entorno, los cuatro debimos expresar pensamientos particularmente elevados sobre las responsabilidades y tareas que nos aguardaban abajo.
Una vez invité a uno de mis estudiantes consultores, de mente abierta e ingenioso, a acompañarme a la copa de esta tsuga para nuestra consulta semanal. Estoy seguro de que lo recuerda, quizá como una de sus experiencias en la montaña… bueno, en la copa de los árboles, durante su estancia en Pendle Hill.
Hoy en día, en Pendle Hill, nadie tiene permiso para escalar la tsuga. Algunas de las ramas inferiores han desaparecido, lo que hace imposible escalar el tronco sin una escalera. Pero siempre guardaré en lo más profundo de mi corazón la sabiduría leñosa y la fiel fragancia que me transmitió este gigante del bosque.