(para Ted Herman)
Ven conmigo,
Sus ojos en los míos invitan.
Lo siento; no creo; quiero decir,
esos zapatos que llevas (pesados, desgastados por el mundo)
no le quedarán bien a mis pies estrechos.
Ese corazón que llevas (talla grande, latido fuerte);
el mío no es tan, oh, tan bueno si debes saberlo.
Solo déjame ser; sigo adelante
a mi manera y a mi propio tiempo.
Me duele el paso estirarme tanto.
Ojalá no me miraran,
esos ojos cansados-sabios, conocedores.
Quiero ser solo uno de esos
que te miran con admiración.
Suéter gris, pelo gris,
voz suave y quebrada de anciano;
las manos tiemblan ligeramente mientras hablas
de Bosnia y los Balcanes,
de pequeños pasos en la construcción de la paz
en el Este o más cerca de casa,
de cartas de la Madre Teresa y
compartir la oración en lenguas desconocidas.
Detrás de las historias, todo el trabajo:
Cartas y correos electrónicos,
documentos para escribir, viajes para planificar,
y hablar, hablar sin fin
tomando tazas de té.
¿Cómo lo haces—
sorprender a la gente con la posibilidad,
con una nueva visión para un mundo viejo?
¿Cómo conectas lo real
y el sueño?
¿Cómo alimentas tu fe?
¿Y haces crecer tu esperanza?
(¿Podría ser alguna vez como tú?)
Ted Herman (1913–2010) fue miembro del Meeting de Lancaster (Pa.), profesor y activista por la paz, fundador de un programa de estudios de paz en la Universidad de Colgate y un mentor inspirador para muchos.




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