Justicia y respeto para las personas con enfermedades mentales

Tumbado en una sala de urgencias en 1983, ingresé en un hospital por una enfermedad mental que no respetaba ni mis necesidades ni mi humanidad. Aquella terrible experiencia cambió mi vida. Ya me había graduado en la universidad, estaba casado y tenía un empleo, pero en esta experiencia hospitalaria, sentí que me reducían a ser percibido como un ser humano inferior, una carga para mis cuidadores y una carga para la sociedad. Aunque había vivido varias crisis psiquiátricas desde 1974, nunca me había sentido devaluado de esta manera.

En 1991, experimenté otra hospitalización, pero esta vez fue en el Hospital Sheppard-Pratt, una institución psiquiátrica privada fundada por cuáqueros en Towson, Maryland. Aquí comenzó mi experiencia de primera mano de la conexión de los Amigos con el trato humano de los enfermos mentales. La atención médica que recibí en Sheppard-Pratt me ayudó profundamente a comprender mi enfermedad y realzó mis sentimientos sobre la dignidad que merecen la atención de la salud mental y los pacientes de salud mental.

Mi estancia en Sheppard-Pratt incluía la opción de utilizar la casa de reunión cuáquera en los terrenos. No era nuevo en el cuaquerismo, y encontré consuelo en esa casa de reunión. Mientras estaba en la planta en la que recibía tratamiento, también encontré una actitud claramente diferente entre el personal con respecto al respeto de mis derechos y un reconocimiento afectuoso de mí como un ser humano necesitado. La atención reflejaba el compromiso histórico a largo plazo con el trato humano de los enfermos mentales que representan instituciones cuáqueras como Sheppard-Pratt.

En los últimos 15 años, se han producido cambios en el sistema de atención de la salud mental en Pensilvania, el estado en el que vivo. El movimiento de personas con diagnósticos psiquiátricos para influir en su atención ha dado lugar a enfoques de tratamiento centrados en el paciente más receptivos y responsables. Muchos pacientes y expacientes trabajan ahora en el sistema o son voluntarios para ayudar a otros.

El voluntariado de esta manera me resultó natural, ya que mi formación inicial recibida en una escuela de los Amigos me había enseñado a valorar y a participar en el servicio comunitario. Como resultado, me convertí en un activista comunitario como un paso para efectuar cambios en el sistema de salud mental y mejorar las vidas de aquellos de nosotros que hemos experimentado emergencias psiquiátricas. Estas experiencias más tarde me llevaron a un empleo remunerado. Mi vocación en la vida se ha convertido en trabajar para la eliminación del trato injusto de las personas con enfermedades mentales, tan influenciado por mi educación en la fe cuáquera como por mis propias experiencias de enfermedad psiquiátrica, y me acompañan muchos otros voluntarios y trabajadores remunerados tenaces, cuáqueros y de otra índole.

Este movimiento sigue los pasos de otros movimientos de derechos civiles, pero se queda muy atrás con respecto al estado de los pasos que se han dado para mejorar la atención de aquellos, por ejemplo, con discapacidades del desarrollo. Las reformas de la salud mental se configuran gradualmente en todo nuestro país, impulsadas por activistas como yo. Mientras trabajo, miro el ejemplo del compromiso cuáquero con la justicia social y “lo que hay de Dios en cada uno», como dijo George Fox.

Blake Yohe
York, Pensilvania.