Toma estas piedras que has cargado desde siempre
Las que hacen que te duelan y se tensen los hombros,
que se te haga un nudo en la mandíbula, que tu estómago sea una hondonada.
Ahora déjalas al sol en este perfecto día de agosto.
Deja que la humedad dañina se seque y que la belleza
de sus superficies individuales empiece a brillar.
Conviértelas en un laberinto, aquí cerca del tendedero
donde cuelgas la ropa limpia
que olerá a luz y aire puros.
Recorre ese laberinto, no con arrepentimiento por lo que fue o no fue,
sino con aceptación de lo que es.
Recórrelo una y otra vez, del borde al centro, del centro al borde.
Aquí hay paz y orgullo ganado.
Has sobrevivido para ver este perfecto día de agosto,
y tu propia ropa secándose al sol.
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