De camino al gimnasio
para una sesión suave de yoga
sin estar muy segura de que sea buena idea
porque me estoy recuperando
de una picadura de araña infectada
conduciendo en la hora punta
esperando que el camión a mi izquierda
no se incorpore a mi carril
esperando que esa gente tan especial
del gimnasio pijo
donde, para ser sincera,
yo también soy socia,
no me gruñan a la cara
por estar en su espacio
Tomo la curva
donde Maple cruza Front,
el sol de la mañana bajo en mi cara
y a un lado
veo a una niña, tal vez de 10 años, corriendo a toda velocidad por el césped
en sentido contrario al tráfico
con la mochila dando botes, una gran sonrisa entusiasta
y pienso en la exhortación de Elie Wiesel,
informada por lo indecible,
de que los mayores están obligados a vivir y trabajar
con fe por esa niña,
por ella y sus hermanas y hermanos,
nosotros, cínicos y sufridores adultos
estamos obligados por la vida misma
por la inocencia misma
a levantarnos
a vivir en nuestras pesadillas
con la fe
que solo a veces sentimos.
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