Lo que tengo en contra de la ballena no es que se tragara a Jonás – un destino apropiado para un profeta recalcitrante – sino que la ballena se ha tragado todo el Libro de Jonás. Casi nadie sabe nada del libro, excepto que la ballena engulló a un profeta desobediente y luego lo escupió. Sin embargo, me parece que la verdadera sustancia de la historia sigue a este episodio y no tiene casi nada que ver con él. La ballena podría haberse omitido -y casi desearía que lo hubiera sido- sin restar valor al significado de la historia. Hay mucha verdad espiritual en esta fábula de dos páginas, pero lo que particularmente me interesa es el encuentro de la dura rectitud del hombre con la asombrosa misericordia de Dios.
Este artículo aparece en el Volumen 1, Número 22 publicado el 26 de noviembre de 1955



