Dos hombres fueron citados ante Dios. Con los ojos bajos, se les dijo lo siguiente: “Cada uno de vosotros tiene un enemigo que os odia y desea destruiros. Os voy a dar un frasco a cada uno. No revelaré el contenido de estos frascos en este momento, pero baste decir que el líquido es a la vez precioso y potente. Afectará a vuestro enemigo según los deseos de vuestro corazón. Estos frascos no son vuestros para guardarlos. Pediré que me los devolváis y que me rindáis cuentas de su uso».
Pasaron muchos años. Los hombres fueron de nuevo citados ante Dios. Se les pidió que rindieran cuentas del precioso líquido utilizado. El primer hombre dio un paso adelante, sombrío y orgulloso.
Su relato es el siguiente: “Utilicé el líquido de mi frasco para envenenar los pozos y los campos de mi enemigo. Lo utilicé para enfermar y matar de hambre a sus hijos y a su familia. Se utilizó para causarle innumerables penurias y sufrimientos. Me complace decir que, aunque me detesta y desea destruirme, es demasiado débil y está demasiado preocupado por el sufrimiento para hacerlo».
El segundo hombre dio un paso adelante y sonrió. Respondió: “Utilicé el líquido del frasco para endulzar el agua de los pozos de mi enemigo. Lo utilicé para que sus campos fueran extraordinariamente fértiles y abundantes. Se utilizó para traer buena salud y felicidad a sus hijos y seres queridos. Está cómodo y contento y ahora creo que me considera su amigo».
Dios habló: “Ambos habéis utilizado el líquido de vuestros frascos con gran efecto. Es hora de revelar el contenido de los frascos. Como se os dijo, el líquido es a la vez precioso y potente. El líquido de los frascos contiene la sangre vital y el sudor de vuestros hijos, familiares, amigos y vecinos; extractos de los granos de vuestros campos y frutos de vuestros huertos; y el poder de vuestras fábricas e industrias. Como me habéis devuelto los frascos, repondré su contenido y se los daré mañana a vuestros enemigos. Ahora marchaos».
Cuando se marcharon, el corazón de un hombre se llenó de miedo y temblor por sí mismo y por su familia. El otro se marchó contento y con una sonrisa en la cara.