«Meeting y dios» son reflexiones personales de una selección de Friends sobre cómo definen a dios.
En mis 20, fui un aficionado espiritual. En mis 30, quería reconectar con el núcleo religioso auténtico de mi infancia y con el Jesús al que mis padres amaban y en el que confiaban. Este Jesús estaba libre de las abstracciones teológicas por las que la gente se ha perseguido y matado durante siglos.
En mis 40, me convertí en un Amigo convencido, tras aprender que podía hablar mi lengua religiosa nativa en mi reunión particular con compañeros feligreses que sabían que estaba hablando la poesía de una historia sagrada y no los axiomas de una doctrina ortodoxa.
En mis 50, llegué a comprender que el cuaquerismo no es ni una teología ni una filosofía política, sino más bien una disciplina espiritual. Se basa en la tradición cristiana, pero no requiere una confesión cristiana. Aspira a una objetividad cada vez mayor sobre la intersección de lo espiritual y lo material en la conciencia y la acción humanas.
Ahora, en mis 60, a veces me preocupa la tendencia cuáquera liberal a equiparar la experiencia interior de un individuo con lo que George Fox llamó “eso de Dios» o “la Luz Interior».
Para Fox, solo hay un todo sagrado. Todos los individuos tienen el potencial de poner a prueba sus hábitos de fe y práctica con esta realidad y de ser corregidos y enseñados por ella. Nuestra experiencia interior implica el esfuerzo finito y falible de la conciencia humana para prestar atención y comprender esta realidad, coloreada por todo lo que hemos experimentado o nos han enseñado externamente nuestras familias y culturas.
Fox quiere que discernamos las diferencias entre nuestras experiencias internas individuales y la unidad de ese único todo sagrado.
Ya sea taoísta, hindú, chiíta, humanista secular o científico, puedo recibir la “medida de la Luz» que estoy preparado para aceptar abriéndome al discernimiento de las diferencias entre lo que creo que creo y lo que es real.
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