Me parece sensato y humano creer, con pruebas leves, opiniones cuyo contrario no se puede demostrar, y que promueven nuestra felicidad sin obstaculizar nuestro intelecto.
—James Taylor Coleridge
Para mí, no hay un anciano en el cielo dirigiendo las cosas. Dios es simplemente una metáfora y una personalización de —para citar a un conocido mío— “los conceptos del bien y del mal… con los que cada uno de nosotros nace».
¿Por qué nacemos con esa percepción? En parte, supongo, porque la evolución ha hecho de esa percepción una receta para el éxito evolutivo. Algunos sociólogos (y otros expertos) estarían de acuerdo. Me parece que las personas no nacen con la capacidad de elegir, basándose en motivos puramente racionales, los patrones de comportamiento que son necesarios para la supervivencia de la especie, porque esos patrones van en contra de los objetivos egoístas de los individuos. Por lo tanto (como espero que Charles Darwin haya dicho en alguna parte), las sociedades exitosas han tenido que producir individuos altruistas.
Debido a la capacidad de razonar de las personas (y al deseo concomitante de explicarlo todo), hemos desarrollado la noción del bien y del mal porque es necesaria para la supervivencia de la especie. Dado que no es probable que las personas se comporten bien simplemente por reconocer que el altruismo es necesario para la supervivencia de la especie, hemos inventado el concepto de Dios. Por supuesto, recuerdas a Edmund en El rey Lear, quien proclama: “Tú, Naturaleza, eres mi diosa». Este concepto le permite cometer los crímenes más atroces. Edmund repudiaría la advertencia de Coleridge, y los religiosos también la repudiarían, alegando que no requiere una creencia en Dios o en poderes divinos.
La declaración de Coleridge ha tenido una gran influencia en mí. En mi opinión, corrobora el concepto de que es más importante buscar lo que es bueno que lo que es verdadero. Este enfoque instrumental para decidir cómo actuar me lleva a la conclusión de que debemos basar nuestro comportamiento en conceptos que conduzcan a lo que concebimos como “bueno», a expensas, si es necesario, de lo que creemos que es verdadero. Esta es una forma prolija de decir (y ampliar) lo que Coleridge dice en la cita anterior.
Creo que es difícil practicar esta creencia con éxito. Desafortunadamente, en la práctica proporciona la justificación para un comportamiento que, en opinión de otros (a menudo muchos otros), es malo. No sé cómo salir de esto, excepto para decir que el cuaquerismo me atrae porque proporciona un medio, a través de su modo de adoración, para que el individuo decida, a través de la meditación, cuál es el comportamiento correcto, una metáfora de la cual es “la voluntad de Dios».