Reflexiones sobre la esperanza

La campaña presidencial de este año ha brindado una oportunidad sin precedentes para recuperar un sentido de decencia sobre los Estados Unidos. Ha replantado el conocimiento de que el trabajo duro y un profundo deseo de un cambio fundamental pueden restaurar la esperanza para incontables millones, no solo aquí sino en todo el mundo. Ha confirmado la realidad de que realmente marcamos la diferencia con nuestras elecciones, nuestras acciones, nuestras vidas. Este mensaje de esperanza, empoderamiento y restauración llega en un momento en que la humanidad se enfrenta a desafíos igualmente sin precedentes: guerras, disminución de recursos, cambio climático, desastre económico y animosidades de larga data entre grupos étnicos y naciones que impactarán nuestra capacidad para abordar estos problemas monumentales. No podría haber llegado en un momento más propicio.

Quizás usted, como yo, recuerde los días en que otros seres humanos eran golpeados por el agua de las mangueras contra incendios y atacados por feroces perros policía por no desear más que ser tratados como iguales a los seres humanos de piel blanca, arriesgando sus vidas en marchas y negándose a viajar en autobuses en Montgomery, Alabama, hasta que el cambio realmente comenzó a suceder. La cultura de odio y privación de derechos que se expuso tan prominentemente en aquellos días se ha ido desmoronando lentamente en las décadas transcurridas desde entonces, haciendo de la elección de Barack Obama al cargo más alto de nuestra nación una realidad tangible. El racismo no ha muerto en los EE. UU., pero se está marchitando lentamente, hasta el punto en que la mayoría de las personas en nuestra nación ahora depositan su mejor esperanza para abordar problemas abrumadoramente desafiantes en un hombre extraordinario con piel negra. Quizás usted, como yo, presenció los resultados de la noche de las elecciones conteniendo la respiración, con lágrimas corriendo por su rostro, asombrado por la enormidad de lo que tantos han logrado durante tantos años.

El presidente electo Barack Obama sabe que el trabajo más duro aún está por delante. Entiende que necesitaremos unirnos para enfrentar los enormes desafíos de nuestro tiempo, y nos ha demostrado que esto se puede hacer, animándonos con las sencillas palabras: “Sí, podemos». Su elección es un asombroso antídoto contra la desesperación.

Para mí, el mayor antídoto contra la desesperación es el niño que nació hace más de dos milenios. La esperanza nació en un humilde establo en Belén, dándose a conocer tanto a los sencillos como a los más sabios. Jesús no nos enseñó que nuestros sueños se harían realidad o que nos libraríamos del sufrimiento. Nos enseñó cómo vivir unos con otros y ofreció un ejemplo de autosacrificio amoroso que puede liberarnos para realizar vidas transformadas y un mundo transformado. Por la esperanza suprema traída al mundo por Jesús hace tanto tiempo, y por la renovada esperanza ofrecida por un hombre muy humano en nuestra pequeña porción de historia humana, estoy profundamente agradecido.