No creo que haya un tipo particular de artista cuáquero. Me he encontrado con algunos artistas cuya práctica y obra son contemplativas. Hay otros artistas que describiría como activistas, lo que significa que su obra, ya sea performativa o pictórica, aborda cuestiones específicas.
Ser cuáquera me ha influido al subrayar mi sensación de que el arte puede florecer mejor en comunidades fuera de las rígidas estructuras del mundo del arte, particularmente el mundo del arte comercial. Estas estructuras crean una cultura de escasez que puede ser tóxica para todos los involucrados, quizás especialmente para los artistas. Creo que el arte ha perdido gran parte de su función esencial dentro de estas estructuras, como cambiar —y a veces salvar— la vida de las personas.
Ser cuáquera me ha hecho darme cuenta de que mi práctica artística siempre ha sido una práctica espiritual en su esencia, una expresión de la Luz. Creo que la idea de que los artistas cuáqueros deben ser humildes es una respuesta a la naturaleza competitiva y egocéntrica del arte actual. Mi remedio para esto es crear nuevos proyectos y plataformas artísticas comunitarias en los que colabore con otros artistas y comparta mi trabajo con alegría.
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