Un escape por poco

Creo que este extracto de la Autobiografía de Benjamin Hallowell (Filadelfia: Friends Book Association, 1883) es una historia interesante para niños:

Temía muchísimo ir a la escuela y pensaba que cualquier ardid, que no fuera criminal, estaría justificado con tal de librarme de un día de tal agonía. Teníamos escuela seis días a la semana, excepto el día del monthly meeting, y cuando se terminaba la escuela el sábado por la tarde, volvía a casa con el corazón ligero y disfrutaba mucho de la noche, pero la tristeza se apoderaba de mí a la mañana siguiente, por la oscura sombra del día escolar que se acercaba.

Una mañana, bajo la fuerte presión de estos sentimientos, pensé que haría un esfuerzo más y escondí mi sombrero. Cuando llegó la hora de ir a la escuela, mi madre trajo mi cesta con la comida y me dijo: “Ahora, hijo mío, es hora de ir a la escuela». Le dije que no encontraba mi sombrero por ninguna parte. Me dijo que volviera a buscar. Le respondí que llevaba mucho tiempo buscando. Entonces vino a ayudarme a buscarlo, y si sospechaba o no que lo había escondido, nunca lo supe; pero fue deliberadamente a buscar su cofia de seda negra y me dijo: “Puedes llevar esto hoy», y sin cambiar un músculo de su cara, empezó a atársela. Yo la miraba fijamente a los ojos, donde, siendo niño, podía ver una mirada de determinación que sabía que era irresistible. Exclamé: “Oh, madre, creo que puedo encontrar mi sombrero», pero ella siguió atando los cordones de la cofia. “Estoy seguro de que puedo encontrarlo, madre, está en la artesa», momento en el que la cofia estaba bien atada y su rostro seguía impasible. Esta circunstancia está fuertemente grabada en mí hasta el día de hoy. Fui a paso ligero a la artesa, saqué mi sombrero y dije: “Aquí está, madre; por favor, quítate la cofia», lo cual hizo, para mi gran alegría, y sentí que había escapado por poco y nunca más lo intenté. Este fue un punto de inflexión en mi vida.

Con mi disposición y capacidad para los ardides, si ella hubiera cedido entonces, las consecuencias no se pueden contar. Creo firmemente que su firmeza en aquella ocasión me salvó. La escuela me pareció más agradable después de convencerme de que no había remedio, y a partir de entonces progresé rápidamente en mis estudios y, creo, me convertí en el favorito del profesor.

Benjamin Hallowell, tataratío de nuestros hijos, se convirtió en un educador que fundó la Alexandria Boarding School en Alexandria, Virginia, enseñó matemáticas a Robert E. Lee y dio conferencias en el Smithsonian Institute.