Más allá de las ventanas del este
tres abedules reflejan y refractan la luz del sol,
brillante o desconcertada, que llena la habitación
donde nos sentamos, en silencio externo
y distracción o angustia interna, esperando
la quietud que calma y libera nuestras almas.
Algunos se sientan solo con la compañía presente
mientras que otros invocan al Espíritu y a los santos difuntos.
Todos buscan la luz interior y encuentran cenizas
o brasas, y a veces una llama
que salta hacia arriba y hacia afuera.
Cuando recordamos
dónde estamos y quiénes somos
inspiramos esperanza, exhalamos amor
por nosotros mismos, por los demás,
por todo el mundo sufriente y glorioso.
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