Aparcando en el estacionamiento del trabajo
temprano bajo el sol de la mañana
y esforzándome por aceptar
otro día largo más,
me sorprendieron unos lirios de día
de un color amarillo cremoso que estaban en plena floración.
Eran hermosos,
incluso más de lo habitual,
dado mi estado de ánimo necesitado del momento.
Pero… entonces… me di cuenta de que
había pétalos marchitos y hojas
amarillas turbias y mustias
intercaladas entre las flores florecientes.
El amanecer reveló una vez más
que siempre habría
la atracción de lo atractivo
y el rechazo de lo no atractivo,
siempre el deseo imperioso
y el no deseo limitante,
siempre el desafío de ser paciente
con lo que ha sido creado.
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