El cuaquerismo nació en una época de agitación revolucionaria. Sin embargo, aprendió a sobrevivir cuando la revolución fracasó y fue seguida por décadas de persecución.
A veces oigo a Quakers hablando con nostalgia sobre la recuperación del fuego y el fervor de los “primeros Amigos».
Este anhelo es comprensible. En mi opinión, más allá del fuego y el fervor, lo mejor que podemos recuperar de los “primeros Amigos» es la tenacidad y la determinación que sacaron adelante al grupo durante los años de represión.
Esta historia comunitaria se cierne sobre nosotros hoy en día porque nos encontramos en una situación cada vez más similar, enfrentándonos a un estado policial casi establecido, represivo dentro y truculento fuera. Los sombríos detalles se describen a diario, aunque cada vez más débilmente, en los medios de comunicación disidentes que quedan aquí. Mientras que muchos estadounidenses se retraen, la mayoría se encogen de hombros y se someten.
A diferencia de los primeros Amigos, no estamos siendo señalados, pero tampoco estamos exentos. El proceso es ahora más amplio y siniestro. Su esencia fue descrita mejor hace 50 años por el Amigo Milton Mayer en They Thought They Were Free. Mayer mostró con detalle tranquilo y desgarrador cómo los alemanes virtuosos y corrientes de la década de 1930 fueron reducidos sin problemas de ciudadanos a súbditos, engranajes de la maquinaria nazi.
Una de las características más reveladoras de esta transformación malévola fue que, para la mayoría, todo lo que implicaba era no hacer nada. Como dijo Mayer: “el resto de los 70.000.000 de alemanes, aparte del 1.000.000 más o menos que operaban toda la maquinaria del nazismo, no tenían nada que hacer excepto no interferir».
O como confesó uno de sus amigos alemanes, con abyecta vergüenza: “De repente, todo se viene abajo de golpe. Ves lo que eres, lo que has hecho o, más exactamente, lo que no has hecho (porque eso era todo lo que se requería de la mayoría de nosotros: que no hiciéramos nada)».
“No hacer nada» no significa acobardarse en un rincón, sino más bien, centrarse fijamente en la vida cotidiana: la familia, el trabajo, la religión, los entretenimientos, incluso la silenciosa preocupación política. Todo ello teniendo cuidado de “no interferir».
Al rastrear cómo este tsunami de maldad engulló silenciosamente a tantas “buenas personas», Milton Mayer se convirtió en una de las voces cuáqueras más verdaderamente proféticas del siglo pasado.
Este discernimiento define los elementos de la tarea que tenemos ahora ante nosotros. También podemos aprender de ello de las costosas pero fructíferas pruebas que abrumaron a los Amigos después de su primer auge. Los héroes que soportaron los “sufrimientos», e incluso les arrebataron una verdadera medida de libertad, son nuestros ejemplos.
Las consignas para un tiempo de prueba como este son dos: Supervivencia y Resistencia, y se ofrecen aquí como un lema para nuestra vida y testimonio hoy, y para muchos mañanas.
Supervivencia aún no significa preservar nuestras vidas físicas. Más bien, significa frustrar el programa de negación y sumisión complaciente que consume el alma, trazado claramente por Milton Mayer. Por lo tanto, nuestro primer deber es encontrar el valor para desterrar la ilusión y afrontar nuestra situación, con los ojos bien abiertos. Esta es una tarea diaria.
Resistencia significa ser fiel a esta conciencia no engañada, volviéndose “astutos como serpientes e inofensivos como palomas», negándose persistentemente a “no hacer nada»: desafiando, socavando e encendiendo chispas de liberación en lo que George Fox llamó “esta noche espesa».
Sin embargo, esta llamada a la supervivencia y la resistencia no es simplemente una llamada a las barricadas, ni siquiera a más activismo. Habrá mucho de eso, todavía. Pero las experiencias de los primeros Amigos sugieren, al igual que el libro de Mayer, que para ser duradero, su manantial vendrá de dentro, más que de fuera. Profundizar nuestras propias raíces espirituales personales y comunitarias, hacer de ellas nuestras “fortalezas», son las prioridades de “acción» más profundas.
Hay razones teológicas sólidas para este énfasis, pero también razones prácticas igual de poderosas: cuando el nuevo estado policial (o sus enemigos) empiece a atacar a los Amigos, y a aquellos con los que estamos culpablemente conectados, son estas “fortalezas» en las que nos veremos obligados a refugiarnos. Se convertirán en nuestro último reducto, nuestra línea de defensa básica, o no tendremos nada.
Hasta hace poco, la condición principalmente de clase media de los Amigos parecía protegernos, no porque seamos fuertes, sino porque los gobernantes nos creen débiles, crédulos, fácilmente intimidados, incapaces de interferir. Sin embargo, se equivocan con nosotros. Los Quakers, después de todo, fueron pioneros en la fabricación de acero, y en su crisol inicial, los Amigos aprendieron una resolución de acero, tenacidad y valor. Con la ayuda de Dios, podemos sobrevivir y resistir de nuevo, y nuestro testimonio puede volver a tener impacto.
De hecho, algunos de los esbirros de los gobernantes han empezado a vislumbrar este potencial subversivo, como demuestran los informes de espionaje al testimonio de los Quakers. Habrá más de eso. Y a su debido tiempo, si algunos persisten en negarse a la exigencia de no hacer nada, la vigilancia puede ir seguida de medidas más estrictas.
Así pues: Supervivencia y Resistencia. Esa es nuestra llamada. Los primeros Amigos estuvieron a la altura, y nos dejaron modelos y advertencias. Nuestros profetas recientes nos han demostrado que un tiempo de prueba como ese podría volver a llegarnos. Y así ha sido.
Para asumir este reto, aquí hay dos sugerencias: Primero, lean el libro de Milton Mayer. Discutan sobre él en su Meeting. Luego pasen a “A Quaker Declaration of War», en el sitio web de Quaker House. Sigan leyendo, sigan hablando, sigan centrándose. Las indicaciones llegarán.
Amigos, la inminente lucha será larga y costosa. Pongámonos manos a la obra, pues, para que también sea fructífera.