Amado/a,
concédeme que mi alma,
el lugar de trabajo del Espíritu interior,
tenga la gracia de poseer
tanto una ventana como una puerta.
Las ventanas dejan entrar luz y aire del exterior
y traen esperanza y sabiduría,
cuando se necesitan en el interior.
Y cuando las luces de mi alma
brillan a través de un cristal de ventana claro,
el resplandor puede percibirse,
y a veces puede aportar perspicacia
a las perplejidades que cautivan a otros.
Sin embargo, una ventana no es más que una parte de
la conexión necesaria para la totalidad,
porque el Espíritu se mueve hacia fuera
a través de la puerta de mi alma,
con la base del Amor
y un vuelo ligero como una pluma,
y trae alegría cuando se posa
sobre sus semejantes―
Porque, ¿acaso no es todo su semejante?
Y cuando el extraño llama a la puerta,
el espíritu puede abrirla de par en par,
invitando al extraño a cenar
y a convertirse en amigo,
dando socorro, nuevos aprendizajes y renovación
tanto a mí como a ti.
Amado/a, que mi alma —y mi comunidad
— tengan la gracia
tanto de una ventana como de una puerta.
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